Recuerdo que en marzo/abril yo decía que si llegábamos hasta septiembre en cuarentena yo me podía morir. Una expresión un tanto dramática y exagerada, pero para demostrar el punto de que seguramente no iba a aguantar esa situación tanto tiempo.
*PLOT TWIST*
No morí
Pero ya llegó septiembre y seguimos con el aislamiento (solo que más flexibilizado). A penas en Buenos Aires acaban de anunciar que al aire libre se pueden reunir un máximo de 10 personas (aunque desde agosto la gente ya harta de estar encerrados comenzó a salir a los parques y reunirse) y por otro lado, que los restaurantes y bares pueden abrir pero con espacios para los consumidores al aire libre y solo con Take Away.
Es impresionante cómo esta situación se ha convertido en nuestra nueva normalidad. Para mí hay que aprender a convivir con el virus, tomar las precauciones necesarias pero sin dejar de vivir. En Europa quitaron la cuarentena y todos han aprovechado al máximo el verano, mientras que aquí estamos agotados y exhaustos de que nos priven de ciertas libertades.
Lamento si me escucho un poco frustrada, pero desde que decidí salir a disfrutar un poco del aire libre me han pasado varias cosas. Una vez hasta recibí un llamado de atención por un guarda-parque por comerme un helado en una plaza, me mando a comer a otro lado y ponerme el tapaboca…
¿ESTO ES VIDA? I don’t think so… *cries with a melting ice cream
La verdad quería escribir esta carta editorial enfocándome en otra cosa que no sea sobre la pandemia, pero no puedo evitar el contexto en el que estamos viviendo. A fin de cuentas, para mí escribir es una forma de catarsis.
Te invito a ti que estás leyendo, que me cuentes en los comentarios ¿Cómo te has sentido con todo esto que estamos viviendo? Déjame saber si soy la única que se siente agotada.